Nuestro tiempo se ha dado en llamar la Era del Conocimiento. Vivimos en la Sociedad del Conocimiento, donde vale más lo que sabes que lo que tienes. Incluso en lo comercial, hay ejemplos tajantes: Estados Unidos cubre su enorme déficit comercial gracias a su conocimiento; su balanza se compensa con el superávit que le da su conocimiento por regalías y honorarios.

Ante este panorama, cabe reflexionar sobre la educación artística. Primero, será sano ubicar el papel primero de la Educación ante cada individuo: cultivar lo mejor de él, para que se incorpore adecuadamente a la sociedad en la que vive. Pero, ¿qué significa que se incorpore adecuadamente?

-Que el individuo sea feliz con lo que hace. Que le guste lo que hace y, por tanto, lo haga con gusto.

-Que el individuo sea pleno. Que lleve a efecto los talentos de los que goza, manifestándolo a los otros.

-Que el individuo sea proactivo. Que tenga el espíritu para iniciar actividades en bien de la Comunidad.

Si a la persona sólo se le da una instrucción operativa, sabrá encajar en el engranaje comercial; pero no será un ser pleno porque mucho de sí quedará sin desarrollar. Sin plenitud, se limita la libertad de ser todo lo que uno puede llegar a ser.

Limitar la libertad lleva a la infelicidad. Y un ser infeliz no ensambla en ningún lado, y se convierte en un lastre social.

Con nuestro trabajo diario podemos contribuir a la formación de mejores individuos. Esa es la filosofía y la misión, con que varias iniciativas en la ciudad ayudan a edificar mejores individuos.

Con ese trabajo uno a uno, se ayuda a que cada alumno encuentre su talento; se ayuda a encontrar el talento que lleva dentro, a que lo pula y lo manifieste. Cada vez que eso se logra, ese alumno avanza hacia su felicidad.

Es hermoso ver que cada día esas escuelas alternativas ayudan a que cada talento se desarrolle en su totalidad hacia su máximo posible. Cada vez que lo logran, tal vez sin saberlo, ayudan a que ese alumno avance hacia su plenitud y con ello, hacia la plenitud de nuestra ciudad.

La seguridad que se adquiere al conocerse uno mismo y llevar a cabo sus cualidades es inigualable. Conocer sus capacidades y ponerlas en ejercicio aportará la iniciativa necesaria a cada niño y joven que entra en los caminos del arte y la cultura. Así, cada uno se sumará a la edificación de una mejor sociedad.

Finalmente, como podemos ver, dentro del valor del saber, la educación artística tiene gran importancia, y mucho que ver con la edificación de un mundo mejor.

 

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León Mayoral

Publicitario miembro de ASPAC

Por un México bueno, culto, rico y justo.

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