Hace veinte siglos un israelita ejemplar dijo: “el que no nazca de agua y de espíritu no puede entrar
en el reino de Dios”. Esto causó una inquietante polémica que dura hasta hoy. ¿Cómo podría uno
nacer siendo ya mayor? ¿Podría acaso volver uno al seno materno y nacer de nuevo?
Reflexionaba sobre esto y pensé encontrar un cierto entendimiento. ¿Es posible renacer? Sí, como
la hierba misma que arrancada vuelve a crecer. ¿Es posible renacer voluntariamente? Sí, como el
mismo Prometeo y su victimario Fénix, ambos se renuevan en su naturaleza terrestre; como la idea
continua que proviene mejorando la anterior, obsoleta; podemos renacer enmendando lo pretérito y
visionando lo porvenir.
¿Y qué de esa agua y ese espíritu? ¡Enigmáticos llamados! Primero el agua, luego el espíritu.
Primero Juan el Bautista, enseguida Jesús el Salvador. Primero lo natural, lo limpio, lo vital; después
lo sobrenatural, lo proveyente, lo trascendente. Primero el que bautiza, después el que salva.
Primero reconocer los entuertos propios; después tomar el nuevo rumbo hacia lo mayor.
Primero mejorar el individuo, luego sumarse al proyecto mayor. Primero corregir lo actual, después
buscar lo ideal. Primero limpiar las propias tareas cotidianas; luego sumarse a la edificación del
proyecto mayor. ¡Es claro! Si el individuo está mal, mal estará todo lo que toque. Primero el agua,
luego el espíritu, así de simple.
Ese fluir, ley esencial de la vida, puede verse también en la jesusiana afirmación: “si el grano de trigo
no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto”. Esto es entendible y
evidente. La pretensión gramínea de seguir siendo semilla sería una contradicción con la esencia de
la vida.
En lo humano, este llamado a la renunciación -¡de beneficios tan claros!- es socavado a diario por
los mensajes publicitarios: “Dale rienda suelta a tus sentidos…”, “Si es tu voluntad, sólo hazlo…”, “Sé
tú, que te valga…”; mensajes que incitan al egotismo y no a la renunciación. Curiosamente la misma
publicidad es un ejemplo del beneficio de aquel llamado de renunciación: si un anuncio llama la
atención sobre sí mismo no es un buen anuncio. Ha de llamar la atención sobre el producto que
anuncia y no sobre sí mismo.
Los griegos Esquines y Demóstenes arengaban al pueblo a marchar contra el macedonio Filipo. El
primero lograba que la gente elogiara sus discursos; el segundo, en cambio, lograba encender a los
griegos contra Macedonia. Esquines llamaba la atención sobre sí mismo, Demóstenes lograba mover
el alma de su auditorio.
Quien se sirve a sí mismo, no sirve, detiene el flujo natural de la vida que siempre fluye hacia
adelante y no se detiene. “El que ama su vida, la pierde; y el que delezna su vida en este mundo, la
guardará para una vida eterna.” Palabras de Jesus, el cristo, que tienen mucha aplicación –incluso-
aquí en lo mundano de nuestros negocios.
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León Mayoral
Publicitario miembro de ASPAC
Por un México bueno, culto, rico y justo.
direccion@leonmayoral.com