Para quienes analizamos el mercado resulta sorpresiva la dilación de las empresas en reaccionar ante la crisis. Una especie de impasse impera en el medio como a la espera de alguna señal o -quizá peor- de un movimiento ejemplar que muestre una pauta a seguir.

Las autoridades sanitarias imponen medidas que restringen la movilidad y por ende el comercio, fuente del sustento y riqueza de toda comunidad. Cierto que la información y medidas no adolecen de imprecisiones o contradicciones, pero son medidas autorizadas y hay que aceptarlas y acatarlas. Y, por tanto, hay que actuar con ese panorama como base.

No podemos esperar a que pase la contingencia, pues entre una cosa y otra, la situación parece alargarse por mínimo dos meses más. Debemos hacer algo. Debemos crear otras formas de hacer lo que habitualmente hacíamos y mantener el ritmo de creación de riqueza que habitualmente teníamos. 

Las necesidades esenciales no cambiaron. Como dicta el principio socio-conductual de la mercadotecnia, lo que cambia en los tiempos y las circunstancias son las maneras de satisfacer las necesidades, pero las necesidades se mantienen. Así, lo que nos exigiría la situación es resolver de otra manera las tareas que acostumbrábamos hacer. Nuestros públicos se nos movieron del radar y no los visualizamos igual, pero no han desaparecido. Por el bien del mercado mismo, por el bien de la comunidad misma, debemos mantener en acción nuestra empresa cumpliendo las tareas fundamentales de nuestro quehacer: dar a conocer nuestro producto o servicio a nuevos públicos; estimular la decisión de compra de quienes nos conocen; realizar la transacción de compra-venta; cobrar; entregar el producto; conocer el nivel de satisfacción que logramos en el comprador; mantener nuestra disposición de servicio para lo sucesivo; dar continuidad a nuestra comunicación con ese nuevo cliente en aras de futuras transacciones.

Alguna vez, en algún punto de la historia, en el mercado no existía la forma de comunicarse de lejos con su clientela, hasta que Graham-Bell inventó el teléfono y las empresas lo incorporaron a su operación cotidiana. Hoy estamos llamados a algo similar, incorporar las actuales facilidades electrónicas que para lo social utilizamos. La gente no desapareció, anda en lo digital, y con mucha dedicación, pues es la única forma libre que queda para mantener la natural, habitual y nunca prescindible colectividad. El humano es un ser gremial, la vida misma es gremial, colectiva, y eso no cambiará jamás.

Lo que podríamos mostrar ahora es nuestra actitud proactiva, nacida de nuestra convicción de contar con los atributos y capacidades necesarias para resolver la actual situación. Esa actitud sumada a lo colectivo, donde cada convocado aporte lo mejor de sí mismo para una solución conjunta, con visión holística que incluya ecuménicamente las mejores visuales y los mejores objetivos, con la confianza de que los podemos alcanzar. 

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León Mayoral 

Publicitario miembro de ASPAC

Por un México bueno, culto, rico y justo.

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