Es curioso encontrar en las publicaciones y noticias a lo largo de toda esta pandemia una idea: el cambio. Es curioso porque ha aparecido desde un principio como si fuera una premonición (y ¿quién es capaz de predecir el futuro?).
Desde muy temprano se acuñó la frase “la vida ya no será como acostumbraba ser”; aparecieron muchas escenas para el contexto, las pandemias (forzadas en su precisión de fechas para convertirse en prueba); la bubónica, la negra, la española, la aviar, fueron ejemplo de que esto es repetitivo y forzosamente esperado para los no creyentes.
Un poema supuestamente escrito hace cien años hablando de la vuelta a una normalidad que ya no fue igual. Toda esa novela de alguna manera es cierto. Cada centuria, en sus primeros veinte años muestra una humanidad en tránsito de paradigma en paradigma, avanzando en el progreso humano. Se ven innovaciones en las armas de guerra, en la organización política, en la medicina y la ciencia, en la innovación y la tecnología.
La aviación, el teléfono, la televisión en su momento fueron acaso lo que ahora son los autos sin conductor de Google, las apps para gestión de negocios, el internet 5G.
Pero, ¿en qué cambiamos? ¿Qué tanto es el cambio? ¿La vida ya no será igual?
Claro que la luz eléctrica iluminó y cambió al mundo. Evidente, el teléfono modificó la forma de relación de las personas, los vuelos acercaron al mundo y aceleraron su pulso. Todo esto es similar a lo que asoma ahora mismo. Pero, en verdad, ¿en qué cambiamos?
Seguimos siendo los hombres y mujeres que éramos antes de la pandemia, no cambió nuestra naturaleza. Seguimos necesitando comunicarnos con los otros, aunque los vehículos sean otros. Nuestro cuerpo requiere de los mismos nutrientes que antes de la cuarentena. Nos seguimos dedicando a lo mismo, pues nuestra vocación tampoco cambió. No cambió nuestro género, ni nuestra religión; no cambiamos de familia ni de vocación.
Nuestros negocios enfrentan restricciones impuestas por la contingencia sanitaria. Pero los clientes que requerían de los productos que les proveíamos, siguen requiriéndolos. Nuestra esencia no ha cambiado. Nuestra naturaleza no ha cambiado… ni cambiará.
En este cambio de paradigma se movieron los escenarios y los habituales caminos de tránsito y encuentro se vieron trastocados. No obstante, al igual que los caminos de las hormigas, cuando son interrumpidos, una vez salvada la confusión, supera el desorden y aglomeración inicial y se retoma el camino reconstruyéndolo con reiterada feromona.
Somos libres de elegir, ese principio existencial fundamental tampoco ha cambiado. Estoy convencido de que la mejor opción es seguir en lo que teníamos, dando seguimiento a nuestra íntima misión individual y social, nuestra familia, nuestra empresa, nuestra comunidad. Y como siempre ha sido, el mejor camino es poner en manos del médico los asuntos de salud, en manos de la madre los asuntos de lactancia, en manos del amigo los asuntos del cariño. Para reconstruir los negocios, busquemos las manos expertas que saben cómo ayudar y hacerlo.
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León Mayoral
Publicitario miembro de ASPAC
Por un México bueno, culto, rico y justo.
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